Las armas y el equipamiento de la caballería Desde la aparición de la caballería, aproximadamente en el 1000 a. C, las tropas a caballo habían desempeñado varios papeles fundamentales en las batallas. Actuaban como exploradores, guerrilleros, fuerza de choque en las escaramuzas y retaguardia. También servían para perseguir al ejército enemigo durante su retirada. La caballería estaba dividida en diferentes categorías, dependiendo de su equipo y de su entrenamiento. Algunas de estas categorías estaban mejor preparadas que otras para desempeñar ciertos cometidos. La caballería ligera prácticamente no llevaba armadura y servía mejor para la exploración, las misiones de guerrilla y como retaguardia. La caballería pesada utilizaba armadura y era más adecuada como fuerza de choque contra el enemigo. Todos los tipos de caballería eran excelentes para la persecución del adversario. Los caballeros de la Edad Media entraban dentro de la categoría de caballería pesada, y el código de caballería enfatizaba su papel como fuerza de choque contra el oponente. A partir del siglo XIII, el término "hombre de armas" empezó a utilizarse para describir a los guerreros con armadura que luchaban a pie o a caballo. El nuevo término se aplicaba tanto a caballeros como a escuderos, señores y soldados profesionales. Las principales ventajas con las que contaban los caballeros durante la batalla consistían en la velocidad, la intimidación, el poder y la altura. A medida que avanzaba la Edad Media, el equipamiento de los caballeros se perfeccionó con vistas a desarrollar estas ventajas. Las armas El arma con que abría la lucha la caballería era la lanza. Resultaba ideal para ensartar a enemigos a pie, especialmente cuando se les perseguía. La intimidación que causaban sus ataques era aún mayor si los caballeros iban armados con lanzas. Gran parte de la fuerza del caballo podía transmitirse por la punta de la lanza en el momento del impacto. Los caballeros se convertían en proyectiles vivientes durante la carga. Los historiadores no se ponen de acuerdo sobre la importancia de los estribos para que los caballeros pudieran levantarse sobre sus monturas. Los estribos aparecieron en Asia y llegaron a Europa en el siglo VIII. Hay quien piensa que los estribos eran cruciales cuando los caballeros se incorporaban sobre su montura. Así podían sostenerse al mismo tiempo que asían la lanza, transmitiendo toda la fuerza del caballo a través de la punta. Nadie discute la ventaja de esta multiplicación de fuerza, pero otros sugieren que la silla alta, desarrollada en tiempos de los romanos, ya permitía a los jinetes transmitir esta fuerza antes de la aparición de los estribos. El tapiz de Bayeux, que representa la conquista de Inglaterra en 1066 por parte de Guillermo, muestra a los reputados caballeros normandos sirviéndose de sus lanzas para acribillar a quienes se cruzan en su camino; pero no las utilizan en horizontal, sino para golpear desde lo alto o a modo de arpón. En esa época, los estribos eran conocidos en Europa desde hacía al menos dos siglos. Durante el resto de la Edad Media, los ataques con las lanzas en horizontal fueron la principal característica de los combates entre caballeros. En cualquier caso, esta no era siempre la táctica adecuada. La carga inicial de la caballería tenía a menudo como resultado la pérdida de lanzas o terminaba en una escaramuza. En cualquiera de los casos, los caballeros solían cambiar el arma por la espada. Las espadas de la caballería evolucionaron hasta convertirse en sables de hoja ancha y pesada. Un hombre alzado sobre los estribos podía descargar un sable con tremenda fuerza sobre la cabeza o tronco de sus adversarios. Las espadas eran las armas preferidas de los caballeros porque podían llevarlas consigo y enseñarlas de forma ostentosa. También podían ser armas personalizadas. Las espadas eran las armas más empleadas en combates cuerpo a cuerpo entre los caballeros. Las buenas espadas también eran caras, por lo que poseerlas era un símbolo de distinción de la nobleza. Otras opciones de armas para las escaramuzas eran el martillo y el mazo (variantes del garrote), el hacha y el mayal. Los martillos y los mazos eran especialmente populares entre los religiosos y monjes guerreros, que pretendían obedecer así la amonestación que hace la Biblia contra el derramamiento de sangre, lo que era inevitable con las armas blancas. Los caballeros no usaban, bajo ninguna circunstancia, armas arrojadizas de ningún tipo. El matar a un oponente con una flecha, saeta o bala era considerado poco honorable. Siempre que fuese posible, los caballeros luchaban contra enemigos de su mismo rango a los que mataban sólo cara a cara. La armadura La armadura de cota de malla fue utilizada por los últimos romanos y por algunas de las tribus germánicas invasoras, entre ellas por los godos. Las armaduras de cota de malla mantuvieron su popularidad entre la nobleza de la Europa medieval hasta que, en el siglo XIII, comenzó a usarse la armadura de placas, que proporcionaba mayor protección. Este cambio fue debido en parte a que una flecha o la afilada punta de una espada podían atravesar la cota de malla. Sobre la armadura de cota de malla se vestía una túnica, en especial durante las Cruzadas, para reflejar el sol. Los cascos también evolucionaron desde simples diseños cónicos a grandes cubos de metal, tras lo que se convirtieron en grandes piezas esculpidas para desviar las flechas. Posteriormente, los cascos pudieron ensamblarse al resto de la armadura. Las armaduras completas, que podían pesar hasta 30 kilos, aparecieron en el siglo XIV. Las armaduras de placas estaban bien diseñadas, y los caballeros conservaban una sorprendente agilidad. Si un caballero con armadura caía del caballo, podía levantarse fácilmente sin ayuda. Existen anécdotas y descripciones de guerreros que llevando una armadura hacían el pino y otros ejercicios en los momentos de calma. Las armaduras que se construyeron posteriormente ponían mayor énfasis en desviar los proyectiles y reforzar las zonas más expuestas a los golpes. Después aparecieron modelos más elaborados de armaduras de placas con grabados, que eran más ceremoniales y prestigiosas que prácticas. La armadura representaba un elevado gasto para el caballero, que debía costear su propio equipamiento y el de su escudero. Un señor importante debía proporcionar armaduras a varios guerreros. Su fabricación era un negocio rentable, y hasta se desarrolló un importante mercado de armaduras de segunda mano. Los soldados rasos del bando victorioso podían hacerse con cuantiosas sumas despojando a los caballeros muertos de sus armaduras. Los caballos Los caballeros estaban particularmente orgullosos de sus caballos, que eran criados para lograr velocidad y fuerza. Se necesitaba un entrenamiento a fondo para poder dirigirlos durante la carga y las escaramuzas. Los caballos eran entrenados para lanzarse a la carga de forma casi independiente. De ese modo el caballero quedaba libre para sujetar el escudo y la lanza. Los historiadores no se ponen de acuerdo sobre si los caballos debían ser fuertes para poder llevar el peso de un guerrero con todo su equipo, o pequeños para tener mayor velocidad y agilidad. La equitación era otra característica que distinguía a los caballeros de elite de los plebeyos. Se practicaba durante la caza, actividad muy popular entre los nobles que ha perdurado hasta nuestros días con la tradicional caza del zorro.