Las armas de proyectil En las batallas de la Edad Media, los arcos de todo tipo desempeñaban un importante papel. Se utilizaban como armas de ataque directo contra blancos individuales en el campo de batalla y durante los asedios. En algunos casos se usaban como armas de fuego contra un área determinada. El disparo de proyectiles permitía causar bajas a distancia entre los adversarios. Los arqueros se utilizaban como tropas ligeras para mermar las fuerzas y minar la moral del ejército enemigo, causándole pérdidas antes del comienzo de la escaramuza. Si se lograba debilitar o afectar a las fuerzas enemigas, las posibilidades de ganar la batalla aumentaban. Los arcos Los arcos utilizados en la Edad Media eran de varios tipos: arcos de corto alcance, arcos compuestos y arcos de largo alcance. Los arcos de corto alcance medían entre 1 y 1,20 metros, y eran bastante sencillos de fabricar y manejar. Eran el tipo de arco empleado con mayor frecuencia. Tenían un alcance medio, exactitud y fuerza, y requerían una buena experiencia y un perfecto entrenamiento para que su utilización fuese efectiva. Los arcos compuestos eran originarios de Asia. Estaban formados por láminas de madera o tiras de hueso atadas juntas. Las láminas los convertían en arcos poderosos, pero requerían mayor fuerza y entrenamiento que el arco común. Este arco relativamente corto fue el arma favorita de los jinetes arqueros, principalmente de los mongoles y otros pueblos asiáticos que eran especialistas en equitación. Una variante del arco compuesto tenía los extremos curvados hacia fuera (lo que se conseguía calentándolo al vapor y curvando las láminas durante el proceso de fabricación). Este arco curvo era de mayor potencia y requería un alto grado de fuerza y destreza. Los arcos de largo alcance se originaron en Gales y de allí pasaron a Inglaterra. Eran arcos de casi dos metros fabricados de una sola pieza de madera, normalmente tejo. El arco de largo alcance disparaba flechas de un metro. Las flechas podían tener puntas anchas que penetraban las armaduras de cuero y causaban laceraciones, y se utilizaban para combatir a la infantería. También existían flechas de punta estrecha que penetraban la malla o los petos y se disparaban contra los guerreros con armadura. Para disparar el arco de largo alcance era necesario tener bastante entrenamiento y práctica. Los hombres expertos en este tipo de arma podían disparar seis flechas bien dirigidas por minuto. Esta clase de arco acertaba blancos a larga distancia y era bastante potente. Los numerosos contingentes de arqueros experimentados fueron una fuerza devastadora en muchos de los campos de batalla de la Edad Media. Podían disparar tanto flechas individuales como una lluvia de flechas hacia una zona determinada. Los ingleses alentaban el uso del arco de largo alcance organizando torneos de arquería por todo el país. El resto de los deportes estaba prohibido en domingo. Así surgió una gran reserva de arqueros experimentados que podían ser reclutados para los ejércitos. La ley obligaba a cada condado inglés a proporcionar un determinado número de arqueros anualmente. Por lo general no había escasez de aspirantes, ya que la paga de los soldados era buena en comparación con la de otros trabajos. Las ballestas Las ballestas ya eran conocidas en la antigua China pero, al parecer, se inventaron de nuevo en Europa alrededor del 900. Tenían un buen alcance y eran más poderosas que la mayoría de los arcos, aunque llevaba bastante más tiempo cargarlas. Un ballestero podía disparar una media de dos flechas por minuto. El arco de la ballesta se sujetaba horizontalmente y se disparaba mediante un gatillo que liberaba la cuerda tensada. Para cargarlo, se apuntaba con la parte delantera del arma hacia el suelo, sujetándola con el pie. Podía tirarse de la cuerda hacia arriba y hacia atrás con ambas manos o con la ayuda de una manivela. Las ballestas disparaban saetas o rallones, que eran mucho más cortos que las flechas típicas. Las saetas tenían plumas para proporcionarles estabilidad en el vuelo y una afilada punta de metal. Los ballesteros solían llevar unos grandes escudos con abrazaderas de madera para protegerse mientras se agachaban a cargar sus armas. De este modo formaban un muro que los protegía. Cuando disparaban, sólo eran visibles sus ballestas y las cabezas cubiertas con cascos. Si tenían que luchar contra una fuerza similar de arqueros de largo alcance, normalmente se veían obligados a retirarse. La ballesta era un arma mortal muy popular por el simple motivo de que no necesitaba casi entrenamiento para manejarla. Los soldados con poca experiencia podían aprender su manejo muy rápidamente, y un disparo bien dirigido podía matar a un caballero que hubiera pasado toda su vida entrenándose en las artes de la guerra. Las ballestas eran consideradas injustas en algunos círculos (en los de los caballeros, principalmente) porque requerían una escasa destreza. Ricardo I de Inglaterra, Corazón de León, fue herido dos veces por disparos de ballesta, la segunda con consecuencias fatales. La idea de que un hombre de su grandeza fuese herido de muerte con tanta facilidad por un soldado común, resultaba insoportable para la nobleza. En el siglo XII, un Papa intentó prohibir el uso de las ballestas por considerarlas inhumanas.