Carlomagno Los francos consolidaron su reinado en la actual Francia mediante una serie de poderosos reyes y caudillos militares durante los siglos VII y VIII. En el 732 derrotaron a un ejército musulmán que invadía Francia desde la Península Ibérica. En torno al 750, los francos invadieron Italia para liberar a Roma y rescatar al Papa, que estaban bajo la amenaza de los lombardos. Carlos el Grande, conocido como Carlomagno, se convirtió en rey de los francos en el 768, dando comienzo su gran reinado. Carlomagno regresó a Italia atravesando los Alpes en el año 774, y una vez más rescató al Papa. Se convirtió en el soberano de Roma y en rey de los francos y los lombardos. Continuó sus conquistas convirtiendo al cristianismo a sus enemigos. Se apoderó del sur de Francia y de la zona norte de España, dirigiéndose posteriormente al oeste de Alemania, donde convirtió a los sajones y luchó contra los magiares de Hungría. Estableció "marcas" en sus fronteras, que consistían en estados tapón entre el imperio franco y los bárbaros del este. Carlomagno fue coronado por el Papa emperador de la Santa Iglesia de Roma el día de Navidad del 800 (el título, que no había solicitado, fue para él una sorpresa). La importancia de Carlomagno trasciende al tamaño y a la creación del Santo Imperio Romano, que se desmoronaría tras su muerte. Apoyó y defendió a la Iglesia Católica y la utilizó para fomentar el aprendizaje y las artes entre sus contemporáneos. Fundó escuelas asociadas a las catedrales para educar a los cargos públicos y a los nobles con el fin de que mejorasen el gobierno. Recopiló y codificó las leyes, lo que mejoró el sistema judicial. Finalmente, creó el feudalismo como sistema de establecer un orden local que le permitiese a un tiempo mantener la autoridad central. Sin embargo, la gran promesa de un resurgimiento europeo que simbolizaba el Imperio franco pronto se extinguió. Tras morir el hijo de Carlomagno, el imperio fue dividido entre sus tres nietos. El imperio occidental se convirtió más tarde en la Francia actual. La parte oriental pasó a ser Alemania en tiempos posteriores. La parte central fue causa de disputa entre las otras dos durante sucesivas generaciones y hasta el siglo XX. No obstante, la repentina aparición de oleadas vikingas provenientes de Escandinavia, que causaron graves trastornos al norte de Europa durante los dos siglos posteriores, se convirtió en el problema más inmediato.