Las Cruzadas Durante siglos, las peregrinaciones a lugares sagrados habían sido una actividad muy popular entre los cristianos europeos. Existían importantes centros religiosos en Europa, pero el más importante era el de Tierra Santa, situada en Palestina. La ascensión de los turcos seléucidas hizo que los viajes a Jerusalén y a otras localidades de Medio Oriente fueran repentinamente mucho más peligrosos. Los turcos estaban poco acostumbrados a otras etnias y acabaron con las relativas relaciones de paz entre árabes y cristianos, a la vez que presionaron a los bizantinos al tomar las tierras más valiosas de Asia Menor. En consecuencia, el papa Urbano organizó una Cruzada de guerreros cristianos para recuperar Palestina de manos de los musulmanes. El anuncio de una Cruzada embraveció a los caballeros de toda Europa, que eran fieles devotos. Además, el Papa prometió una recompensa celestial a aquellos que murieran por la causa. Por otra parte, de igual o mayor importancia era la oportunidad que se les ofrecía de conseguir tierras y riquezas en el exterior en lugar de derrochar sus fuerzas en disputas locales o entre parientes. Hacia el año 1097, un ejército de 30.000 hombres, incluyendo peregrinos y seguidores, había cruzado Asia Menor desde Constantinopla. La Cruzada siguió adelante a pesar de las luchas entre los líderes y las promesas rotas entre los cruzados y sus aliados bizantinos. Por su parte, los turcos estaban igualmente desorganizados, o cabe aún más. La caballería pesada y la infantería francas no tenían experiencia en la lucha contra la caballería ligera y los arqueros árabes, y viceversa. El aguante y la fuerza de los caballeros les hizo ganar la campaña con una serie de pequeñas victorias. Antioquía fue tomada a traición en 1098 y el ataque contra una débil guarnición militar hizo caer Jerusalén en 1099. Sin embargo, los cristianos degeneraron tras ambas victorias al cometer matanzas contra muchos de sus habitantes independientemente de sus creencias, sexo u edad. Muchos de los cruzados regresaron a casa, pero un nutrido grupo se quedó para establecer reinos feudales similares a los europeos. La población musulmana excedía en gran número a los cruzados al mando de Palestina que intentaban controlarla, por lo que sus gobernantes construyeron castillos y contrataron tropas de mercenarios para defenderlos. Sin embargo, la cultura y la religión de los francos eran demasiado distintas como para ganar partidarios entre la población. Desde sus seguras bases fortificadas, los cruzados se batían para interceptar a los invasores árabes. Durante alrededor de un siglo, la guerra entre ambos bandos tuvo las características de un clásico enfrentamiento de guerrillas. Los caballeros francos eran poderosos, pero se movían con lentitud. La caballería pesada no permitía a los árabes cargar directamente contra ellos, pero podían cabalgar en círculo a su alrededor con la esperanza de debilitar sus unidades y luego sorprenderlos en emboscadas en el desierto. Los reinos cruzados se mantuvieron sobre todo en la costa, desde donde obtenían víveres y refuerzos, pero las constantes incursiones y el descontento de la población demostraron su escaso éxito económico. Se formaron órdenes de monjes guerreros cristianos con el fin de combatir por las tierras santas. Los Caballeros Templarios y los Caballeros Hospitalarios eran en su mayoría francos. Los Caballeros Teutónicos eran germanos. Estos fueron los cruzados más fieros y decididos, pero nunca alcanzaron un número suficiente como para mantener a salvo la región. Los reinos cruzados sobrevivieron durante un tiempo, en parte porque aprendieron a negociar, a comprometerse y a enemistar a los distintos grupos árabes entre sí. Sin embargo, surgió un gran líder árabe que unió los distintos grupos islámicos. Saladino se convirtió en sultán de Egipto y Siria en el año 1174, y en 1187 obtuvo una gran victoria sobre los cruzados en el desierto, reconquistando Jerusalén. Durante otro siglo, los europeos realizaron diversos intentos por reafirmar su control en Tierra Santa y Jerusalén con tan sólo algunos éxitos temporales. Siguieron ocho cruzadas más, cuyo único éxito consistió en desembarcar y adentrarse un poco en tierra antes de ser obligados a retroceder. La Cuarta Cruzada ni siquiera alcanzó Palestina. En su lugar, y liderados por el Duque de Venecia, los cruzados saquearon Constantinopla, un golpe del que los bizantinos nunca se recuperaron. Una de las más terribles cruzadas fue la Cruzada de los Niños, emprendida en 1212. Varios miles de niños europeos consiguieron llegar hasta Alejandría, donde fueron vendidos como esclavos. Las cruzadas dejaron como legado una renovada hostilidad entre cristianos y musulmanes, el deterioro del sistema feudal y la exposición a nuevas culturas. El feudalismo entró en crisis al acabar muchos señores arruinados, cediéndoles sus tierras a los respectivos reyes. Numerosos siervos se hicieron cruzados y nunca volvieron. En las lenguas europeas entraron nuevas palabras, tales como algodón, muselina, diván y bazar. Los europeos trajeron nuevos tejidos, alimentos y especias. La demanda de los nuevos productos incrementó el comercio y contribuyó al desarrollo de las ciudades-estado italianas, dedicadas al comercio. Tuvieron especial auge Génova y Venecia. Esta demanda fue también el detonante de la gran era de los descubrimientos que dio comienzo en el siglo XIV. Los tesoros traídos desde Tierra Santa también incrementaron los recursos económicos locales, ayudando al crecimiento de la economía.