Los Vikingos La ganadería, la agricultura y la pesca habían sido la base de subsistencia de los habitantes de Escandinavia durante siglos. En los siglos VI y VII, se desarrolló el comercio a lo largo del Mar Báltico y con Rusia a través de sus grandes ríos. Repentinamente, a finales del siglo VIII y por razones desconocidas, comenzaron sus agresivas incursiones sobre las costas de Europa. Tal vez fueran las relativas riquezas con las que habían tropezado como comerciantes; o quizás percibieron cierta debilidad en las civilizaciones del sur; o sencillamente los nuevos avances en tecnología marítima les permitían viajar más lejos y a mayor velocidad. En el 793, los vikingos arrasaron el gran monasterio de Lindisfarne, construido por los irlandeses en un islote de la costa noreste de Inglaterra. Sus largas embarcaciones, rápidas y ligeras, les permitían surcar velozmente los mares y los ríos. Debido a la dificultad de los caminos en el siglo IX, los vikingos podían atacar prósperas poblaciones y monasterios antes de que cualquier tipo de resistencia organizada se les opusiera. Desembarcaban rápidamente saqueando las ciudades y tomando esclavos. Las poblaciones de las costas de Alemania, Francia y Gran Bretaña vivían en el terror de ser presa de sus incursiones. Las autoridades locales se vieron desprestigiadas ante la imposibilidad de defenderse de ellas. La población se volvió hacia los señores feudales, que construyeron castillos para su defensa. Esta situación fortaleció a la larga a los nobles locales, mientras el poder real se debilitaba. A medida que avanzaba el siglo IX, los vikingos se hicieron más audaces. Grupos más numerosos se aliaron para realizar verdaderas invasiones. Saquearon importantes ciudades como Hamburgo, Utrecht y Rouen, estableciéndose en las Islas Británicas, parte de Irlanda (fundando Dublín), Islandia y Groenlandia. Los daneses tomaron y gobernaron durante un siglo la mitad este de Inglaterra. Otras hordas vikingas sitiaron París durante dos años a través de la ruta fluvial del Sena hasta que se marcharon a cambio de dinero y grandes botines. Otro grupo gobernó Rusia desde Kiev y tomó Constantinopla desde el Mar Negro. También saquearon la Península Ibérica musulmana y penetraron en el Mediterráneo. El rey de Francia compró la paz de su país en el siglo X cediendo a los vikingos parte de su territorio (que se llamó Normandía, del término Normans, que significaba "hombres del norte") y nombrando duque francés a su gobernante. Como parte del acuerdo, los normandos se convirtieron al cristianismo. Los normandos llegaron a ser uno de los pueblos más importantes de la Edad Media. Más tarde conquistarían Inglaterra, estableciendo el primer gran reino europeo. Otros grupos de normandos conquistaron Sicilia y la mitad de Italia, además de establecer reinos cruzados en Palestina. Los vikingos dejaron de hacer incursiones a finales del siglo X, en parte debido a su conversión al cristianismo que implicó el abandono de sus pasadas creencias paganas y valores guerreros. Escandinavia se dividió en varios reinos y los nuevos gobernantes se concentraron en el gobierno de sus territorios. Las culturas que rodeaban los emplazamientos vikingos en Rusia, Francia y Gran Bretaña absorbieron a los vikingos. Por otra parte, el desarrollo que habían alcanzado las culturas europeas en materia de guerra para defenderse de la amenaza vikinga tuvo pronta salida en el Mediterráneo Oriental con las Cruzadas.